Una de las preguntas más acuciantes hoy en día, y que la mayor parte de los músicos se están haciendo cada vez con mayor frecuencia es: ¿Existe hoy en día la 'Vanguardia'?, y si es así, ¿dónde está, quién o quiénes la representan? Hace ya bastante tiempo que los autores de renombre (Ligeti, Lutoslawski, Boulez...), y los que luego les han sucedido, ya no representan un punto de referencia en cuanto a las estéticas o pensamientos más avanzados; los ideales que en su momento impulsaron a estos creadores a llevar a buen puerto ciertas ideas, ciertos pensamientos, han cambiado, e incluso desaparecido. La sociedad de consumo y 'de bienestar' del mundo occidental se ha llevado por delante muchas cosas que antaño eran importantes. Las premisas de la vanguardia de los años 40-60 han quedado prácticamente obsoletas; los tiempos cambian (quizá para mal), y ahora se quieren otras cosas, se mira hacia otro lado.
Lo cierto y verdadero es que muchas obras que durante este período eran muy importantes -tanto como para marcar una época, un estilo- están fuera de circulación de las salas de conciertos, de grabaciones, y lo que es más importante, de la consideración sincera de los músicos en general, ¿y por qué?Ha existido un verdadero mal dentro de la concepción musical de la segunda mitad del siglo XX, que ha consistido en la justificación plena y convencida de la obra meramente por cuestiones técnicas, por el análisis, por la teoría. Nunca hay que olvidar que las obras musicales se sustentan y perduran por cuanto hay en ellas de musical y humano, de sensible e inteligente, sin apoyos extramusicales. La música es un fenómeno sonoro, y no plástico o gráfico. Los sistemas -más o menos interesantes- son meros representantes de una concepción del compositor que debe siempre estar al servicio de lo musical. En una obra musical hay que escuchar al compositor a través del sistema, no sólo al propio sistema.Ciertas estéticas de este periodo -serialismo, música aleatoria- se han llevado por delante sin ningún miramiento los mecanismos naturales y más básicos del ser humano en cuanto a la percepción sonora, a sus limitaciones. El ser humano es limitado, y esto parece que ciertas personas lo han olvidado. Los puntos de referencia en una obra, básico para poder plantear relaciones de sistema que nos llevan al reconocimiento de lo escuchado (como la repetición), la limitación de nuestro oído (tanto en la dinámica como en la interválica) y la capacidad limitada de realización instrumental por parte del intérprete no parecen haber sido de la consideración de ciertos compositores. ¡Viva lo imposible, cuanto más mejor!Muchas obras de esta época han llevado en sí el 'mito del estreno', de lo novedoso, han vivido y se han hecho respetar o considerar por lo trasgresoras que habían resultado, pero no por la música que portaban o transmitían. Esto ha llevado a que muchas estéticas de la vanguardia se hayan dado de narices contra un muro y no hayan podido fructificar.
Muchas estéticas se han quedado en lo meramente anecdótico, en lo curioso de sus cortas vidas, debido a que no han tenido un verdadero sistema armónico (y no en el sentido tonal), que les haya permitido desarrollarse posteriormente. Encontramos a compositores que llevan 50 años haciendo la misma música dentro de un estilo que hoy en día está pasado de 'moda', que aburre al más pintado, pero que se intenta por todos los medios (teoría), vender como “lo último, lo más interesante”.Por encima de cualquier otra consideración el compositor es un artesano de buen gusto que debe tener oficio. ¿Y qué es esto?, pues el saber con conocimiento de causa y propiedad acerca de toda la paleta de elementos que se dan en la composición, para poder contextualizar de una manera inteligente su sensibilidad y saber hacer una melodía, sea cual sea el estilo.Muchos compositores han escrito obras para instrumentos que no conocían verdaderamente, y tras la justificación del sistema teórico que utilizaban o de que "hay que innovar en la técnica instrumental", han justificado la obra como la mejor. Hay que saber que "ciertas cosas no cambian", y esto es lo idiomático de un instrumento, su idiosincrasia, al margen del progreso técnico.
Tras la borrachera de las vanguardias, cada vez más se está haciendo patente la falta de sustancia y de oficio de muchas obras que por sí solas no funcionan, y los instrumentistas (verdaderos herederos de las obras, ya que ellos les dan vida), no las quieren tocar. El compositor debería escuchar las 'campanas' que suenan en su época, en su tiempo, y escribir lo mejor posible una música actual, en todo el sentido de la palabra.Como en todas las épocas, en las vanguardias del siglo XX se han dado muy buenas obras; pocas en comparación con las malas, pero ahí están; disfrutemos de ellas, y que sea nuestro oído el que juzgue, y no el programa de mano que nos da el acomodador cuando entramos en la sala de conciertos. Confiemos en nosotros mismos sin prejuicios. Y nunca hay que olvidar que la música hay que hacerla nuestra en el momento de la escucha sin complejos, para poder disfrutar de ella.
publicado en www.mundoclasico.com
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